500 AÑOS EN ARMAÑANZAS
Texto: Fernando Hualde
Fotos: Miguel Ángel Casanova y Cofradía de San Juan y San Martín
Tal día como hoy, hace exactamente 500 años, se constituía en la villa
de Armañanzas una cofradía religiosa que, cinco siglos después sigue viva y
llena de futuro.
Hoy es un día muy importante para la
localidad de Armañanzas, situada en el extremo occidental de Navarra, en plena
ruta jacobea. Es día de celebración, y por todo lo alto. El 24 de junio de 1512
se constituía en esa villa, a semejanza de lo que ya había en algunas
localidades del entorno, especialmente Estella, una cofradía de carácter
religioso, cuyo fin en este caso era propiciar el culto a San Juan Bautista y a
San Martín.
Por aquél entonces, y desde 1463,
caprichosamente esta localidad pertenecía a Castilla, y a ella perteneció hasta
1753. Localidades fronterizas y moneda de cambio son dos conceptos que en la
historia de estos reinos históricos nunca dejaron de convivir. Y la realidad es
que cuando en el siglo XVIII Armañanzas es devuelta a Navarra es recibida aquí
reconociéndole lo que Castilla nunca había hecho, es decir, reconociéndole su
condición de villa. Sépase que un núcleo de población pasaba a ser villa si
previamente tenía unos derechos adquiridos, lo cual suponía una serie de
ventajas; y en este caso Navarra recibía de nuevo a Armañanzas validándole las
ventajas que en 1176 les había concedido el rey Sancho VI el Sabio al otorgarles el fuero de Los Arcos.
Así pues, siendo en ese momento una
localidad castellana, y dependiente de la diócesis de Calahorra, es cuando sus
vecinos, herederos de la fe que sus antepasados venían depositando en las
figuras de San Juan Bautista y de San Martín, dan el paso de constituir, hace
hoy exactamente quinientos años, la Cofradía de San Juan y de San Martín.
Sabemos que esta Cofradía, o
Hermandad, es anterior a las de la Vera Cruz y a la de la Virgen del Rosario
(esta última ya extinguida), pero lo que no sabemos es si con anterioridad a
ella hubo otras. Tal vez pueda ser significativo que en las primeras
referencias documentales de esta localidad se le diese el nombre de
Hermañanzas.
Orígenes
Hay
que situarse en aquél mes de junio de 1512. La religión, en aquél tiempo, lo
impregnaba todo. La vida personal, la vida en casa, las cosechas, la salud de
los animales domésticos… todo giraba en torno a Dios. Y es en ese ambiente
cuando un grupo de vecinos de la localidad de Armañanzas, a semejanza de lo que
ya existía en otros núcleos de población, deciden crear una cofradía que
sirviese desde ese momento para promover el culto a San Juan y a San Martín.
Pero… ¡ojo!, que por aquél entonces una cofradía iba mucho más lejos que ser
una especie de asociación de carácter religioso; tenían un componente y una
estructura de hermandad vecinal. Era rezar, sí, pero era también asistirse los
unos a los otros; y mucho más. Era una estructura religiosa y a la vez una
estructura social. El culto, en este caso a San Juan y a San Martín se
asemejaba, precisamente a lo que este último hizo en vida, y que se resume con
la palabra “ayudar”. La iconografía nos suele presentar a este santo de Tours
compartiendo su capa con un pobre; pues bien, ese gesto tan humano, entendido desde
el amor al prójimo, resume y simboliza perfectamente el espíritu de esta
cofradía que hace cinco siglos, tal día como hoy, nacía en Armañanzas.
De
sus orígenes lo poco que sabemos es a través de un documento que, desde
entonces, ha llegado hasta nuestros días. Se trata de las primeras Ordenanzas
de esta cofradía, divididas a su vez en 20 puntos, también llamados capítulas.
A
través de ellas sabemos, por ejemplo, que la Cofradía mandó hacer en 1512 un
altar dedicado a sus titulares, siendo los cofrades responsables de mantener
siempre una lámpara encendida para que ambos santos les iluminasen a ellos.
Estas mismas Ordenanzas nos permiten conocer que en aquel momento fundacional
se dispuso hacer una procesión anual desde la iglesia hasta la ermita de San
Martín, exhibiendo en la misma ballestas y velas encendidas. Sabemos también
que los cofrades, por el hecho de serlos, vivían en hermandad, comprometidos en
cuidar, atender y velar, a quien de ellos se pusiese enfermo; y que si alguno
moría el compromiso era de velar todos su cuerpo, darle cristiana sepultura,
orar por él, y asistir a las honras fúnebres que se celebrasen en la iglesia. Y
bajo ese mismo espíritu de hermandad no se concebía que un cofrade viviese
enemistado con otro, comprometiéndose todos los demás en reconciliarles si esto
llegase a suceder. Incluso podemos decir que la Cofradía no admitía
intromisiones de ninguna autoridad a la hora de poner orden entre sus cofrades
ante cualquier incumplimiento de las Ordenanzas.
Sabemos
también que tenían por costumbre juntarse a comer el día de Santa Catalina,
comida esta en la que posteriormente tenían prohibido jugar a los dados, a los
naipes, o a otros juegos deshonestos.
Y
las Ordenanzas se elaboraban para ser escrupulosamente cumplidas. Era costumbre
en Armañanzas dar lectura de las mismas al finalizar la ceremonia religiosa de
las vísperas de San Juan; de la misma manera que obligada era también su
lectura a la hora de comenzar cualquier reunión capitular de esta Cofradía. De
esta forma nadie podía alegar ignorancia o desconocimiento de las mismas.
Obviamente, conforme los tiempos han ido evolucionando también estas reglas
iban adaptándose a ellos. Allí nos quedan esas Ordenanzas de 1881, con más
información sobre la Cofradía; cambia el lenguaje, cambian algunas fechas de
celebraciones, se hacen algunas pequeñas concesiones, pero en lo básico se
mantuvo con sumo respeto el espíritu fundacional.
Precisamente
esas Ordenanzas del siglo XIX eran una consecuencia de ese momento de crisis
que vivió la Cofradía unos años antes; una crisis que vino derivada de la
guerra civil de 1872-1876, la que fue tercera guerra carlista. Las
circunstancias especiales de ese momento, con la consiguiente dispersión de los
vecinos, se traducía en una imposibilidad de cumplir las Ordenanzas
establecidas hasta ese momento para los cofrades, quienes en 1873 no tuvieron
más remedio que solicitar al Obispo de Calahorra, de cuya diócesis se dependía,
la desaparición de algunos puntos de las Ordenanzas y la modificación de otros;
ese documento, redactado en mayo de 1881, nos desvela que la ermita de San Juan
se encontraba en ruina, y nos desvela también que las Ordenanzas y los Libros
de Cuentas de la Cofradía habían sido requeridos en su día desde Logroño por
parte del propio Obispo y que ya no habían sido devueltos.
Así
pues, el 31 de mayo de 1881 el Obispo admite en un escrito que algunos puntos
de esas Ordenanzas eran “inadmisibles en
la actualidad”, por lo que les autoriza a redactar unas nuevas Ordenanzas
que le deberán ser remitidas para su aprobación. Y es así como los cofrades
delegan para este menester en las personas de D. Marcelo Montoya (párroco),
José Álvarez, Isaac Barandalla y Miguel Zubeldía. Muy hacendosos ellos, ese
mismo 6 de junio presentaban al Obispo, para su aprobación, unas nuevas
Ordenanzas con tan solo diez apartados que, como queda dicho, en lo esencial se
ajustaban al espíritu que a sus antepasados les llevó a fundar esta Cofradía.
A
partir de esa fecha, es otro libro de actas (1880-1988) quien nos permite
reconstruir la historia de esta Cofradía de San Juan y San Martín, inclusive la
solicitud de arreglo de la ermita de San Juan que se le hace a la Institución
Príncipe de Viana y el silencio que se obtiene como respuesta a esta solicitud.
El
documento
Hoy,
24 de junio de 2012, resulta inevitable a la hora de historiar esta Cofradía,
acudir a las fuentes documentales. Y muy especialmente a ese primer documento,
tanto tiempo oculto y alejado de su lugar natural.
En
aquellos tiempos, cuando una cofradía redactaba unas nuevas ordenanzas, estaba
establecido que en la introducción se hiciese memoria de la propia cofradía,
especificando también de cuándo databan las ordenanzas anteriores que hasta ese
momento habían estado vigentes. Este detalle tan simple es el que nos permite
confirmar que estas Ordenanzas de 1512 son las primeras, las que alumbraron
aquél nacimiento, en Armañanzas, de la Cofradía de San Juan y San Martín.
Ciertamente
no se trata del documento original, del que nada sabemos. El documento que se
hubiese hecho aquel mes de junio de 1512, con toda seguridad contenía el acta
de constitución, con las firmas de todos, contenía el texto de las Ordenanzas
(entonces con tan sólo 12 capítulas),
y contenía la aprobación, visto bueno, o autorización de la diócesis, sin la
cual no tenían validez. Pero, como digo, no hay constancia de que ese documento
se conserve.
El
que sí se conserva es un documento que es consecuencia de la obligatoriedad que
tenían las cofradías religiosas de tener un libro en el que ir reflejando las
diferentes incidencias (reuniones, cuentas, visitas del obispado, etc.) que se
diesen en la vida de la Cofradía. Este Libro de la Cofradía debía de recoger en
sus primeras páginas las ordenanzas vigentes, quedando seguidamente libres el
resto de páginas para ir anotando las actas de cada incidencia.
Así
pues, el libro que se conserva ahora en Armañanzas, es un manuscrito de 16
páginas, dedicadas la mitad de ellas a recoger, en perfecta caligrafía e
impresión, las Ordenanzas de esta entidad. Como muy pronto se redactó este
documento en 1533, pues las Ordenanzas de la Cofradía de San Juan y de San
Martín nos desvelan en su capítula
número 13 que este punto, y siguientes, son un añadido de ese año. Conviene
indicar, igualmente, que a este documento le faltan las tapas, que solían ser
siempre de piel de vacuno; y es evidente que éstas le faltan desde hace varios
siglos, pues algún escribano de la época tuvo que hacerle un hueco en la mitad
inferior de la primera página de papel al titular o denominación del documento,
que explícitamente indica: Regla de la
Cofradía de San Juan y San Martín. Armañanzas. Puede observarse que a lo
que en 1533 denominaban Confradía,
cuando se perdieron las tapas y hubo que trasladar el nombre a la primera
página, ya era de uso común la actual denominación de Cofradía. Sus miembros, por tanto, ya no eran confrades, sino cofrades.
Lo cual ya podría darnos una pista de en qué época pudieron perderse las tapas.
En
ese mismo documento observamos que las Ordenanzas están escritas con un grafía
muy cuidada y elaborada; y sobre todo con buena tinta. Quien lo hiciese buscó,
y consiguió, que ese texto permaneciese en el tiempo. Sin embargo…
inmediatamente seguido de la última capítula,
la número 20, encontramos un conjunto de actas referentes al funcionamiento de
esta Cofradía, que abarcan desde 1560 hasta 1605, cuya lectura, en la mayoría
de los casos, se nos antoja difícil. En unos casos la tinta se ha decolorado en
exceso, en otros la caligrafía es tremendamente compleja, y en otros el desgaste
del propio papel convierten a esos textos en ilegibles. Aún y todo, estamos en
disposición de decir que en todas aquellas páginas que se dejaron en blanco se
recogen las visitas que recibían del visitador
de la diócesis calagurritana. Entre esos textos se distingue uno del 22 de
agosto de 1569 en el que el procurador y vicario de la diócesis de Calahorra y
de La Calzada, por orden del Obispo, confirma la aprobación de estas
Ordenanzas.
Cinco
siglos
La
existencia en Navarra de cofradías religiosas, llamadas entonces cofradías cultuales o devocionales, nos aparece documentada desde el siglo XII. Eran
instituciones que promovían el culto a Dios o a determinados santos. El origen
en muchos casos se derivaba de la necesidad de buscar su intercesión ante una
determinada calamidad. En el caso concreto de Armañanzas está comprobado que el
culto a San Juan y a San Martín, cuya festividad se celebraba entonces el mismo
día, venía desde mucho antes de 1512, con lugares propios de culto, al menos a
San Martín. Pudiera ser que la ermita de San Juan Bautista sea más o menos
contemporánea a la Cofradía.
Así
pues, como se decía al principio, hoy es un día especialmente importante para
Armañanzas. Esta villa conmemora y celebra hoy este quinto centenario del que
deben de estar muy orgullosos. No son muchas las cofradías en Navarra que
puedan aportar este pedigrí y esta longevidad.
Cierto,
y bueno es, que convive con otra cofradía, la de la Vera Cruz. Pero la jornada
de hoy no sólo es fiesta para una de las cofradías, sino que es fiesta de todo
un pueblo. Con toda seguridad que no existe ni una sola casa en esta localidad
que no haya contribuido en estos cinco siglos a dar vida y continuidad a ambas
cofradías. Miramos hoy, y le felicitamos, a la de San Juan y San Martín, a la
vez que le deseamos que siga siendo, como la ha sido en estos siglos, una
herramienta de cohesión social, hermandad a todos los efectos.
A
su actual abad, Fernando Estenaga, le cabe el honor de presidir la Cofradía en
una fecha tan señalada; pero sabedor de que tras él hay, en este momento un
puñado de medio centenar de cofrades que, desde su compromiso, hablan por sí
solos de la buena salud de esta entidad, a la vez que garantizan su futuro.
Quinientos
años… Los primeros quinientos. Felicidades Armañanzas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario