4 DE OCTUBRE DE 2011

AZCONA DE YERRI
EL PUEBLO, SU PARROQUIA Y SUS ERMITAS

Texto: Fernando Hualde


El religioso capuchino Tarsicio de Azcona acaba de sacar a la luz su último libro dedicado a la historia de su pueblo natal, Azcona, en el valle de Yerri.

Hace tan solo unos días el religioso capuchino Tarsicio de Azcona (Jesús Morrás Santamaría) presentaba en su pueblo natal, Azcona (valle de Yerri), el último de sus libros, dedicado precisamente a recoger la historia de esta localidad. Esta nueva obra editorial, de Ediciones Lamiñarra, viene a incrementar, tanto en cantidad como en calidad, la amplia bibliografía de Navarra.
A Tarsicio de Azcona le conocí hace no muchos años en la localidad de Burgui, a donde acudió para dar una conferencia sobre otro capuchino, el padre Tomás de Burgui; y, posteriormente, me lo he reencontrado buscando y rebuscando datos por diferentes archivos en los que hemos coincidido. Aquél primer encuentro en Burgui estuvo, por mi parte, impregnado de admiración; era una auténtica delicia escuchar a este hombre, transmitía cariño y paz, a la vez que dejaba entrever, en medio de su modestia, unos conocimientos que se me antojaron inmensos.


Listón alto

Ahora que los Premios Príncipe de Viana a la Cultura se han internacionalizado, y a pesar de ello, creo que en este religioso capuchino tendríamos un candidato perfecto; lo mismo da que se mire su figura y su obra desde una perspectiva local, o provincial, que desde una perspectiva mucho más amplia. Estamos, sin duda, ante un historiador de un nivel sorprendente; quien hoy quiera investigar sobre determinadas épocas, muy especialmente la época de Enrique IV y de los Reyes Católicos, tiene en Tarsicio de Azcona una referencia obligada. Y sin embargo, tal vez por su carácter, tiene la virtud de pasar totalmente desapercibido.
Tuve la suerte de hacerme con un ejemplar de su último libro. Conocía ya su pasión por el valle de Yerri, pero aún y todo me podía la curiosidad por ver, en lo local, hasta qué punto de minuciosidad, de fidelidad y de rigurosidad era capaz de llegar este hombre; y puedo decir, tras haberme leído ya las casi cuatrocientas páginas de su libro, que no solo no me ha defraudado, sino que me he encontrado ante un trabajo que me hace pensar que seguramente Azcona, en Yerri, es desde ahora el primer pueblo de Navarra que tiene analizada y recogida su historia con tanta precisión. ¡Y mira que hay trabajos extraordinarios y buenísimos en nuestra tierra!, pero creo no equivocarme si digo que este religioso capuchino ha puesto el listón muy alto; demuestra en su trabajo que por sus manos han pasado la totalidad de los documentos existentes en los archivos navarros sobre Azcona, su pueblo natal. Expone de forma documentada, prescinde de la paja, y contextualiza, a través de lo que él denomina historia vertical, con un estilo pedagógico que delata su pasado como docente.


Desde el medievo

Por lo demás, sabedor de que él no necesita, incluso huye, de este tipo de alabanzas, creo que es el momento de felicitar a los vecinos de Azcona porque ha habido alguien, hijo del pueblo, de Casa Santamaría para más datos, que en el ocaso de su vida ha sido capaz de dedicar tanto tiempo a rescatar, dar forma, y exponer la historia de su propio pueblo. Y además lo ha hecho con el resultado que podemos ver, de cum laude podríamos decir.
Tarsicio de Azcona, gracias a una labor documentalista que nadie sospecha ni imagina, ha puesto en el puzzle de la historia de Azcona más piezas de las que puede tener cualquier otro pueblo de su tamaño; ha puesto el número de piezas suficiente como para que podamos ver ahora el pasado de esta localidad con bastante nitidez.
Mientras otros pueblos se conforman con conocer unos datos, bastante difusos, sobre su época medieval, y siempre a través de la documentación existente sobre el palacio o el noble de turno, en el caso de Azcona vemos como el autor de este libro se ha preocupado de ir más lejos, se ha preocupado de sacar la mayor rentabilidad posible al palacio, y para ello se ha preocupado de localizar todos los documentos posibles, de trascribirlos, de desmigajarlos, de profundizar en su contenido. Y esto es un lujo.
Este religioso de Casa Santamaría nos introduce de lleno por todos los recovecos de la historia de su pueblo, siglo a siglo; destripa su gobierno municipal; nos desgrana no pocos aspectos sociales; y las formas de vida; saca a la luz toda la historia de la parroquia, y la historia que hay oculta detrás de cada una de las ermitas, e incluso las de los despoblados de Arrastia y de Ciriza. Se detiene, por poner un tope, en los años treinta del siglo XX, evitando la última guerra, con la excepción de alguna obligada pincelada actual que informa de alguna restauración.
Ordenanzas, pleitos, sentencias… todo ha servido para plasmar la realidad de lo que ha sido Azcona en los últimos siglos. Tengo el convencimiento personal que este libro es tan solo la parte visible del iceberg, que el trabajo es todavía mucho más amplio y profundo.
Azcona, y con esta localidad todo el valle de Yerri, están de suerte. Es como si les hubiese tocado la lotería. Habría que empezar por entender que, si en cada localidad de Navarra se hiciese un trabajo de este nivel, la historia de Navarra ganaría muchos puntos. No hay que olvidar que la historia del viejo reyno, al margen de las generalidades que pueda tener –que no son pocas-, es también la suma de todas las historias locales.
Y a Tarsicio de Azcona, hombre bondadoso y elocuente, además de reconocerle este ímprobo trabajo, hay que agradecerle que, a su edad, casi nonagenaria, ha sabido dejar a un lado toda esa labor y todo ese conocimiento que atesora, para detenerse, y dedicar su esfuerzo y su trabajo a su pueblo y a sus gentes con un resultado más que satisfactorio.

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