7 DE JUNIO DE 2009

LUMBIER ASCIENDE A LA TRINIDAD

Texto: Fernando Hualde



Entunicados, algunos descalzos, y todos con la cruz al hombro, subirán esta mañana los cofrades de la Santísima Trinidad hasta la ermita de la Trinidad, situada sobre la foz de Lumbier.

 ¡Allí está, asomada a la foz de Lumbier!; es la ermita de la Trinidad. Atalaya privilegiada sobre la Costera, desde donde se puede controlar con la vista, además de la propia foz tallada por el río Irati, todas las inmediaciones de la sierra de Tabar, la Peña de Izaga, los Urraúles, incluso el Pirineo a poco claro que esté el día. No es de extrañar, por tanto, el empeño que en octubre de 1875 pusieron los fusiles carlistas en hacerse con este mirador.

Hoy se sube
Hoy es el día. Al punto de la mañana los miembros de la hermandad de la Santísima Trinidad, precedidos de la cruz parroquial, han salido del pueblo ataviados con sus túnicas negras, pesadas cruces negras sobre la espalda, descalzos algunos; cruzan el río Salazar por el puente de las Cabras, y a partir de allí, en ascensión penitencial, encaminan sus pasos hacia la ermita de la Trinidad a la vez que van entonando letanías. La estampa que dibujan los cofrades ascendiendo y zigzagueando por ese pedregoso camino es realmente impactante. Las ollagas con sus flores amarillas, el tomillo, el espliego…, son plantas que quedan empequeñecidas al paso de los penitentes. Tan sólo los buitres leonados, flotando siempre sobre el cielo de la foz, tienen el privilegio de contemplar el cortejo penitenciario en toda su extensión.
Recibe a los penitentes la cruz de la ermita, que los acompaña hasta el altar habilitado en el lado este. Son minutos de descanso los que preceden a la celebración de la eucaristía. Y celebrada esta, como toda romería que se precie, se da paso al almuerzo. Reparto de caldo entre los cofrades, y almuerzo municipal en las dependencias de la ermita. Antaño este almuerzo era a base de sopas tostadas a la brasa y cordero asado; posteriormente se pasó a la picafría (cabeza, vísceras, cordero en chilindrón, etc.); y ahora parece que predominan las magras con tomate, y la bota de mano en mano. Al final lo que cuenta es el ambiente, pero siempre sin perder el espíritu penitencial, pues ya sucedió en su tiempo, allá en el siglo XVIII, que algunos miembros de la Cofradía de San Justo y Pastor fueron amonestados por el obispado, pues se entendía que detrás de la acción de subir a la Trinidad con 15 carneros y 5 cargas de vino no había precisamente un espíritu muy penitencial.
Y, hablando de comidas, quede aquí constancia de una vieja tradición lumbierina en la que los pastores obsequiaban varios corderos a la Cofradía de la Santísima Trinidad para que fuesen sacrificados el día de la romería y en los días de rogativas; la contraprestación a este detalle era la obtención de permiso para que sus rebaños disfrutasen de las hierbas de las corralizas de Lardín.
Y es que hasta allí también subían otras cofradías religiosas. Es el caso de la Cofradía de las Cruces, que en el año 1861 organizó una procesión, desde Lumbier hasta la Trinidad, con la imagen de Nuestra Señora de los Dolores. El objetivo no era otro que el de pedir unas gotas de lluvia que pusiesen fin a la prolongada sequía que venían padeciendo en esos meses.

Historia e intrahistoria
Lumbier inicia ahora, entre otras actividades encaminadas a proteger su historia y su cultura, una interesante labor en torno al patrimonio documental; se ha articulado en estas semanas de atrás un grupo de trabajo que sin duda tiene va a aportar al pueblo una labor hecha con cariño y con calidad; una labor que urgía. Tiene por delante este grupo la responsabilidad de dar continuidad al esfuerzo de otros lumbierinos que en las últimas décadas ha permitido sacar a la luz una parte muy importante de la historia de la localidad; y lo que es mejor, tienen ganas de trabajar, y tienen muy claros los objetivos, que no son otros que los de salvaguardar, recuperar, y difundir el patrimonio local, trabajando en parcelas como los archivos documentales, el patrimonio fotográfico, la toponimia, la oiconimia, el patrimonio oral, etc. A estas alturas, cuando la memoria de nuestros pueblos tiende a extinguirse a una velocidad vertiginosa, es casi una obligación moral cerrar filas en torno a ese patrimonio; aquí no hay política que valga. Y creo no equivocarme si digo que Lumbier va a ser uno de esos pueblos en los que se ha entendido desde todas las partes que hay una urgencia por amarrar el patrimonio, un patrimonio que solo puede ser protegido desde la acción local y desde las arcas locales, ambos de la mano, pues desde fuera es poco probable que venga nadie a preocuparse, y mucho menos a ocuparse, de la historia y de la intrahistoria que durante siglos han forjado tantas y tantas generaciones de lumbierinos.
En un caso tan concreto como el de la ermita de la Trinidad, cierto es que se conocen ya algunas parcelas importantes de su historia, rescatadas y publicadas en algunos casos por el amigo Eusebio Rebolé, y difundidas en otros por Fernando Pérez Ollo; pero es muy probable que entre los frutos que va a aportar ahora esta iniciativa local va a estar el de poder acceder a parcelas todavía desconocidas de esta ermita; seguro que no van a faltar sorpresas, sobre todo en la medida que se avance en la trascripción de los documentos.
Estoy convencido de que a corto plazo, desde esta sección, vamos a poder ir haciéndonos eco de los esfuerzos y de los frutos que se van a recoger en Lumbier. Hay mucho trabajo para hacer, hay voluntarios con ganas, hay un ayuntamiento dispuesto a arrimar el hombro, y así, sólo así, es como veremos reconstruida una calera en el camino de la foz, como tendremos un buen archivo fotográfico, como se conseguirá salvaguardar los actuales tesoros del patrimonio oral, como se va a poder conocer que hay sobre Lumbier en cada uno de los archivos, y la toponimia quedará recogida para siempre, y se ordenará la historia, y se pondrá en valor la Semana Santa, y…, y finalmente tendremos referencias atrás para poder mirar adelante.
Es importante subir a la Trinidad. Tiene la perspectiva de la altura, y a la vez tiene la profundidad de las raíces de la historia. Es así, desde esa altura, como hay que ver el conjunto de la historia, pues mirándolo a pie de calle corremos el peligro de ver sólo lo que más nos gusta con vista selectiva. Y la historia es el conjunto de todo. Y son las raíces las que hay que cuidar y proteger; de lo contrario el árbol se seca, y finalmente muere. Y el que quiera entender que entienda.
Mirando a Ujué han entonado los romeros la Salve. Es la hora de bajar; es la hora de trabajar, que Lumbier bien lo merece.


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